La pelea entre Shakira y Antonio de la Rúa pasó de castaño a oscuro. Este último la acaba de demandar ante una corte de Nueva York, mientras la cantante lo demandó en Las Bahamas. Cómo una historia de amor, fama y riqueza terminó así.
Sábado 24 Noviembre 2012
Antonio de la Rúa descan- saba en Punta del Este, Uruguay, cuando le llegó un e-mail de Shakira dos días antes del fin de año de 2010. Ella estaba en China y ambos, que llevaban diez años recorriendo el mundo en las agotadoras giras de la cantante, se tomaban una pausa. El más reciente tour había terminado su primera etapa; en el año nuevo los esperaba Europa. Pero Shakira, que estaba agotada, tecleaba desde su BlackBerry. No quería hablar de negocios, ni de logística, ni de la venta de boletas. "Amor –le escribía–. Estoy viendo a Piqué (…), siempre existe el riesgo de una foto (…), nos haría mucho daño". La cantante quería hacer pública su separación de Antonio de la Rúa y explicar que no afectaría la cooperación que los dos habían forjado. De la Rúa aceptó.
Poco después, en los primeros días de 2011, ambos se encontraron en Biarritz, una pequeña ciudad francesa a las orillas del Mar Cantábrico. Acordaron anunciar el fin de su relación, que hasta el momento había sido presa de abundantes rumores. "A nuestros amigos y allegados", rezaba la carta que apareció en la página oficial de Shakira el 10 de enero. "Durante casi 11 años de relación nos hemos amado profundamente, cuidado y acompañado (…). Desde agosto de 2010, y de común acuerdo, nos estamos tomando un tiempo aparte (…). Antonio continúa llevando todo lo relacionado con mi vida artística y mi carrera tal como lo ha hecho siempre". Ambos firmaban el mensaje y le ponían así punto final a un capítulo de sus vidas.
Pero la historia no terminó allí. Casi dos años después del final feliz consignado en la página web de la barranquillera, SEMANA tuvo acceso a la demanda que Antonio de la Rúa le puso a Shakira Isabel Mebarak Ripoll –así es su nombre de nacimiento– el pasado martes 20 de noviembre. En un documento de 49 páginas, radicado ante la Corte Suprema del Distrito de Nueva York, el argentino acusa a la artista de haber roto un acuerdo oral que los habría asociado y que le habría permitido a ella convertirse en una estrella mundial del pop y acumular una enorme fortuna. Con base en e-mails, comprobantes de ingresos y muestras de la prosperidad de la supuesta alianza, De la Rúa le reclama a su exnovia que le reconozca su honorario del año 2011 y su participación de las futuras ganancias de la "marca Shakira". La cifra podría superar los 100 millones de dólares. Además, el argentino la acusa de iniciar una campaña en su contra "para reescribir la historia" y de denunciarlo "falsamente" por haber tomado "fondos de la empresa de forma inapropiada".
La demanda, que desde la semana pasada es de acceso público, constituye el clímax de una riña en que la antigua pareja está enfrascada desde 2011. La pelea ha suscitado rumores, se ha transladado a la prensa sensacionalista y ha hecho viajar a abogados a lo largo y ancho del planeta. Pero solo hasta hoy son visibles las ruinas en que ha quedado la relación de dos personas que de jóvenes fueron amantes, que con el tiempo se hicieron famosos como dúo empresarial y que ahora se atacan como enemigos.
SEMANA revisó la demanda, habló con allegados a la pareja y reconstruyó la historia. Un vistazo a la prensa basta para conocer la superficie. Antonio de la Rúa, que tiene domicilios en Uruguay y Nueva York y viaja a ritmo semanal por obligaciones de negocios, se ha vuelto a enamorar. Desde 2011, su nueva pareja es la exreina de belleza colombiana Daniela Ramos. Shakira lleva más de dos años cultivando una relación con Piqué, un futbolista del Barcelona, de quien espera un hijo. Ella es mundialmente famosa no solo por su capacidad sobre el escenario, sino también por su empeño, su olfato comercial y su dedicación a construir una imagen. Sus triunfos le han traído riqueza. Se ha lucrado de un contrato con la empresa de perfumes Puig y de otro más con la poderosa firma musical Live Nation, productora de estrellas como Madonna y el rapero Jay-Z. De acuerdo con la demanda, Shakira posee sociedades en Luxemburgo y Malta, las British Islands y las Islas Caimán y es dueña de participaciones en proyectos inmobiliarios. Según la revista Dinero, en 2011 tenía, entre otras cosas, parte de una isla en las Bahamas, una casa en Italia, un pent-house en Nueva York y una mansión en Miami y participaba de un proyecto de inversión en Barranquilla junto con el beisbolista Édgar Rentería. Preside la Fundación Pies Descalzos y la Fundación Alas. La revista Forbes la considera una de las mujeres más poderosas del mundo.
De la Rúa es mucho menos famoso que su exnovia, pero aun así, un hombre adinerado, una figura reconocida en América Latina y una vedette en su natal Argentina. Detrás de cámaras, el hijo mayor del expresidente Fernando de la Rúa es un ejecutivo de saco y corbata que se mueve por Nueva York como pez en el agua. Dirige, entre otras cosas, la compañía G2 Investments que tiene una centena de empleados, factura varios millones de dólares e impulsa negocios en América Latina. En Colombia gestiona la siembra de soja y maíz en la Altillanura.
Una novela de amor y éxito
Cuando se conocieron en 2000 en un restaurante de Buenos Aires, sus vidas eran distintas. Ella tenía 23 años, él 27, y ambos disfrutaban de cierta fama. Shakira había sido una niña prodigio del espectáculo, que en su adolescencia en la costa caribe había grabado dos álbumes y atraído a grandes productores. A finales de los noventa, era la consentida del rock-pop nacional. Sus álbumes Pies descalzos y ¿Dónde están los ladrones? le habían granjeado reconocimiento en América Latina. Un año antes de conocer a de la Rúa, había aparecido en el 'Unplugged' de la cadena musical MTV. Con el pelo teñido de rojo, la cara pálida y la ropa oscura, encajaba en la onda alternativa del panorama hispanoamericano.
El perfil de Antonio De la Rúa no podía ser más distinto. Su carrera había empezado temprano. Siempre fue cercano a su padre Fernando y a los 12 años ya soñaba con ser un político. Nunca lo fue, pero desde su adolescencia estuvo involucrado en la carrera de su padre. Apenas había alcanzado la mayoría de edad, cuando lo asesoró en su triunfo electoral como alcalde de Buenos Aires. Tras estudiar derecho, tomó las riendas de su campaña presidencial, algunas de cuyas cuñas más exitosas venían de Antonito –como lo llaman en Argentina– y un grupo de jóvenes asesores, cuyos encuentros en un restaurante japonés les valieron el nombre de Grupo Sushi. Críticos del gobierno de Fernando de la Rúa, que terminó con acusaciones de excesos y corrupción y con el 'corralito' –el debacle financiero de diciembre de 2001–, veían en el hijo del presidente la reencarnación de José López Rega, el misterioso hombre a quien se le adjudicaba ser el verdadero dueño del poder durante la era de Juan Domingo e Isabelita Perón.
"A pesar de lo distintos que eran, cuando se conocieron advirtieron que hablaban el mismo idioma", le dijo a SEMANA un argentino que fue amigo de la pareja y pidió el anonimato. Shakira y Antonio de la Rúa se enamoraron y construyeron una sólida unión. Él siguió escribiendo discursos y campañas proselitistas para el tambaleante gobierno de su padre. Según el diario Página/12, el delfín vivía de lunes a miércoles en una quinta en Buenos Aires. Pasaba el resto de la semana en el más reservado sector de Punta del Este, donde Shakira había instalado a sus músicos para grabar su primer disco bilingüe: Servicio de lavandería.
Al principio Shakira era la dueña de su propio destino artístico, y De la Rúa solo un espectador. El argentino pronto se volvió testigo del calvario que puede ser la vida de una estrella. Shakira ganó la acogida internacional por sus primeras canciones en inglés, pero el precio fue alto. Aunque trabajaba con un exagente de Madonna, no lograba encontrar química con su equipo. Paradójicamente, el éxito musical fue un fracaso financiero. De improviso, Shakira y De la Rúa se hallaban ante una crisis. Según le contó a SEMANA una persona cercana a los dos: "Shakira se sentía frustrada y De la Rúa apenas empezaba a darse cuenta de que la situación era seria".
Quizá fue entonces cuando descubrieron que podían trabajar juntos y no solo ser exitosos en los sentimientos, sino como empresarios. De la Rúa pasó de ser el chico de pelo largo, barba corta y cara rellena que seguía silenciosamente a Shakira en su caravana de giras a convertirse en un gestor del espectáculo. También Shakira vivió una metamorfosis: la jovencita cuya canción Ciega, Sordomuda casi toda una generación de jóvenes alternativos había bailado, era de pronto una mujer esbelta, de cabello rubio y envuelta en ropa ajustada, cuyas inquietas caderas le apuntaban a un público distinto, en Europa y Estados Unidos, que demandaba un pop más popular, producido con estrategia comercial.
Según la demanda de De la Rúa, a la que SEMANA tuvo acceso, en 2004 él y Shakira decidieron "combinar talentos" a través de un "pacto verbal" con "el único fin de comercializar, expandir y sacar ganancias de la 'marca Shakira'". En otras palabras, resolvieron convertirse en sus propios agentes. La estrategia era poco ortodoxa en el mundo del entretenimiento, donde predomina una división entre agentes y artistas y estos se vuelven personas solitarias, a veces engañadas por los intereses de la gran industria. Con De la Rúa y un equipo que combinaba familiares, amigos y reconocidos profesionales, Shakira contaba con una base distinta: un círculo hecho a su medida que la protegería, pero que también le exigiría doblar esfuerzos para explotar su talento.
Ambos cumplieron. De esto dan testimonio la demanda y personas cercanas a la pareja consultadas por SEMANA. Mientras ella inventaba bailes y movimientos de cadera y desplegaba su capacidad para conectarse con el público y los medios, De la Rúa, que contaba con experiencia como asesor de su padre, abrió una oficina en Nueva York y le imprimió a la unión el pie de fuerza necesario: estrategas, productores y expertos en logística y manejo de imagen. El objetivo era esculpir a una artista que se disparara más allá de la música y brillara como una representante global del pop latino. No solo sobre el escenario y en inglés como ya lo habían hecho Ricky Martin y Enrique Iglesias, sino también como embajadora de la Unicef, a la cabeza de organizaciones sociales o, si era necesario, frente a un público universitario.
El éxito fue mayor de lo esperado. "Cuando revisaron las cuentas de la nueva gira, se enteraron que acababan de ganar millones de dólares. ¡Se habían vuelto ricos!", le dijo a esta revista un empresario cercano al viejo equipo. Habían tardado un año y medio en preparar un nuevo proyecto. Con el álbum Fijación oral, Shakira alcanzó la cúspide. La canción Hips Don't Lie se oía en varios lugares del mundo y terminó encaramada en las listas del Billboard. Era la primera súperestrella de pop colombiana. En 2008, tras una gira por docenas de países, ambos, agotados, advirtieron que tenían el timón de una máquina de fama y dinero. Cerraron un contrato millonario con Puig para crear una línea de productos de belleza y ganaron un contrato de 300 millones de dólares con Live Nation.
Hasta que la alianza terminó en 2011, Shakira se mantuvo en la cima. Cuando no estaba en un estudio, desfilaba junto a la excanciller colombiana María Emma Mejía, quien durante años dirigió su fundación Pies Descalzos, o cantaba en 2009 junto a Stevie Wonder en las celebraciones del recién electo presidente estadounidense Barack Obama, o era la protagonista de una crónica del New York Times, o cerraba el Mundial de Fútbol de 2010 en Sudáfrica para mostrar con su canción WakaWaka que a África y a América Latina los une un pasado común.
En su demanda, De la Rúa se atribuye un papel fundamental en esta historia. "El éxito mundial masivo de Shakira no fue sencillamente suerte. Fue el resultado de una dura batalla por conquistar el mundo musical que Mebarak y De la Rúa lucharon juntos como socios de negocios", reza el documento. Y añade: "De la Rúa fue el arquitecto principal del equipo de administración y del plan de negocios que puso a Shakira en un sendero hacia un éxito financiero duradero". Describe al negocio conjunto como una "red" de empresas en las que De la Rúa mantenía posiciones directivas o el título de presidente. Encima de todo, habría actuado como el socio administrador de la alianza y como el motor de la aprobación de "todos los contratos y decisiones de negocios principales".
Mientras que sus dos cabezas visibles se lanzan ataques que ya alcanzan los estrados en tres países, el emporio construido por los dos durante años se está viniendo abajo. Antonio de la Rúa ataca a Shakira con una millonaria demanda, mientras que los días de la artista han visto claroscuros. Espera un hijo de su novio futbolista y prepara un nuevo disco con el productor de Lady Gaga. Hace un año, Obama la nombró miembro de una comisión asesora en educación, y a comienzos de 2012 fue nominada al Premio Príncipe de Asturias. Pero también una riña novelesca con dos exempleados la ha puesto en los titulares. Ellos la acusan de echarlos a empujones, de liquidarlos insuficientemente y de amenazarlos. Ella los demandó en agosto por extorsión, revelación de secretos y denuncia falsa.
SEMANA intentó repetidamente hablar con Shakira a través de sus abogados en Colombia y en Nueva York, pero no obtuvo respuesta. Esta revista se enteró de que los abogados de Shakira llevan a cabo acciones judiciales –una en Uruguay y otra en Las Bahamas– contra Antonio de la Rúa. Los juristas insisten en una versión de los hechos diametralmente distinta. De la Rúa, que nunca firmó un contrato con Shakira, no habría sido el aliado empresarial que dice ser. Prueba de esto sería un testimonio juramentado que Shakira dio en Ginebra, Suiza, donde un juez había recibido la solicitud de De la Rúa de vigilar un multimillonario fondo común de la pareja. Según la demanda en manos de SEMANA, los abogados de la cantante sostienen que "De la Rúa tomó fondos de la empresa de manera inapropiada pagándose a sí mismo bonos sin autorización y usando fondos de la sociedad para pagar gastos personales".
En conversación con esta revista, el abogado de De la Rúa rechazó estas acusaciones. "Los años de trabajo de De la Rúa contradicen lo que dice la demanda", dijo. Una vez los jueces estadounidenses hayan resuelto si tienen la jurisdicción para el caso –lo cual es probable–, esta seguirá siendo la pregunta fundamental de la pelea. Los argumentos parecen ser bastante sólidos de parte de De la Rúa. Pero no se puede negar que la fórmula del éxito se basó en gran parte en el talento de la cantante. El siguiente y acaso último round será ante los estrados de Nueva York.
Fuente: semana.com
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