Shakira: Concierto sin público

Cuando Shakira iba llegando a los 15 años empezó el interés en presentarla en municipios y pueblos aledaños. Ella se puso feliz, al igual que sus padres, cuando un exitoso profesor y filántropo de Fundación, Magdalena, estaba interesado en presentarla en su tierra para promocionar una rifa de su propiedad.

El contrato hablaba de $800.000, alojamiento en una casa de familia y la actuación de 45 minutos en las instalaciones de un Centro Comercial que estaba de moda. Se habló de un aforo para 400 personas que acudirían a la presentación. Por lo menos, esas eran las cuentas del profesor. Shakira llegaría dos horas antes de la presentación y la boletería se vendería una semana antes.

Hubo preocupación del organizador cuando veía que no vendía ni una sola boleta. Faltaban horas para la llegada de la artista y solo sus músicos y padres, y apenas 35 personas se habían enterado del show. El profesor Rupero, afectado por lo que veía evidente, estaba preocupado por la pena que tendría la cantante de tener que suspender la presentación, y entonces se le ocurrió utilizar la persuasión personal casa por casa, negocio por negocio y parque por parque para atraer el público. Faltando 10 horas para la actuación, Ruperto fue al bar del pueblo y empezó a ver rostros, grupos y poco a poco ya se iba viendo una decorosa asistencia.

Fue tarea titánica, donde tuvo que utilizar muchos argumentos para demostrar que la joven cantante era una promesa y que en Barranquilla se hablaba mucho de ella. Lo que hizo fue cambiarla por un momento, que dejaran de pensar en el vallenato y merengue, y vieran otra opción.

Cuando Shakira salió a cantar pensó que había triunfado, y esa fue la impresión que se llevó al regreso. Han pasado muchos años y quién sabe si ella en sus multitudinarios conciertos actuales, se acuerde de aquella noche de Fundación.

Las personas que asistieron, a la fuerza, con seguridad sí lo tendrán siempre presente.

Mañana: Curiosidades de su vida.

Después: ¿Qué fue lo que me dijo Maribel?

 Y luego: El final con foto

Por Édgar García Ochoa
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